Tal vez, la sentencia "gabiesca" (perteneciente o procedente de Gaby) sea acertada. "es mejor escribir". Lo dijo bajo el contexto de que quien escribe bien, con claridad, con precisión, logra transmitir las ideas con facilidad, y eso es una muestra de su pensamiento, de su capacidad para poner en orden sus ideas, sean cuales sean estas.
El contexto incluía una crítica, una severa y pasional crítica a mi persona. Argumentaba que mis escritos no reflejaban inteligencia, claridad, accesibilidad, entre otras cosas. Ese día rompí relaciones con ella. Y no, querido lector, por el motivo arriba expuesto, sino por otro que prefiero callar para no ofenderla, para no hablar más de ella.
Revisé mis escritos y poco a poco me fui percatando de que mis manos escribían laberintos lastimosos. Diferentes al laberinto de la vida que suele ser dulce-amargo a un mismo tiempo. Y con ese sentir vagué un tiempo, no sé hasta dónde, y concluí con una idea llamada mediocridad. Concebí mi labor literaria con la noción de que no soy malo con la pluma, pero tampoco bueno.
Se derrumbaron algunas pequeñas montañas que había creado mi propia imaginación, y en su lugar, quedaron los profundos huecos de un ego desinflado. Me creí capaz de escribir como los mismos novels y resultó que soy del montón, soy corriente.
Existen muchos estúpidos, poco genios. Pero la mayoría somos mediocres.
La mediocridad avanza, y cada vez se hace más consciente. Realiza entonces una retirada también, pues a mayor conciencia de mi normal estado, menos mediocre me vuelvo en la tarea reflexiva. Pero a medida que los años pasan, la mediocridad se fortalece apoyada en el fundamento biológico.
Si bien por mucho tiempo consideré que escribir era mi mejor cualidad, ahora observo que no lo es. Y tratando de encontrar una virtud ahí donde antes no había puesto atención, descubro que no hay mediocridad, sino pésimo talento. Veo entonces que la tragedia que hoy padezco fue poco a poco creada en mi fuero interno. Anhelé siempre lo mejor, mas ahora casi estoy convencido de que viviré añorando sin obtener, pidiendo sin merecer.
Cuesta al alma y a la mente, al corazón y al orgullo, saber y aceptar que viviré como voluntad nunca cumplida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario